El pollo al horno con salsa de higos secos y vino oloroso es un plato que juega con la riqueza de sabores tradicionales: la ternura jugosa del pollo, la dulzura aterciopelada de los higos y la complejidad aromática de un vino oloroso andaluz. Ideal para una comida festiva o un almuerzo de fin de semana, combina técnicas sencillas con ingredientes que aportan un carácter elegante sin requerir horas de cocina.
Elección de ingredientes y su importancia
Para que este plato destaque, es fundamental seleccionar productos de calidad. El pollo entero o en piezas (muslos y contramuslos) de granja aporta jugosidad y mejor textura. Los higos secos deben ser tiernos, preferiblemente de variedad negra, para un color intenso y un dulzor profundo. El vino oloroso, con sus notas a nuez, pasas y madera, equilibra la miel natural de los higos y añade complejidad. Un fondo de caldo casero —vegetal o de ave— otorga cuerpo a la salsa, mientras que un buen aceite de oliva virgen extra realza los aromas durante el horneado. Ajo, cebolla, ramitas de tomillo y un toque de pimienta negra recién molida completan el abanico de sabores.
Preparación previa y macerado del pollo
Antes de llevar el pollo al horno, conviene realzar su sabor mediante un macerado breve. Limpia las piezas y sécalas con papel absorbente. En un bol amplio, mezcla aceite de oliva, sal, pimienta y un par de dientes de ajo machacados. Añade unas ramitas de tomillo fresco y frota las piezas de pollo con esta mezcla, asegurándote de cubrir muslos y contramuslos por todos los ángulos. Deja reposar al menos media hora a temperatura ambiente, o hasta dos horas en el frigorífico si tienes tiempo; así las especias penetran mejor en la carne.
Sellado y comienzo del horneado
Lleva el pollo a una fuente de horno amplia. Antes de glasear con la salsa, es recomendable dorar las piezas ligeramente: calienta una sartén con un hilo de aceite y sella el pollo a fuego vivo unos minutos por cada lado, hasta que la piel adquiera un tono dorado. Este paso mejora la textura final y reduce salpicaduras. Si prefieres simplificar, puedes prescindir de sellarlo y hornear directamente, pero el dorado previo siempre aporta un extra de sabor.
Elaboración de la salsa de higos y vino oloroso
La magia de este plato reside en su salsa. En la misma fuente o en un cazo aparte, coloca una cebolla cortada en juliana y sofríe a fuego medio-bajo en un poco de aceite hasta que quede transparente. Añade entonces los higos secos troceados y rehógalos un minuto. Vierte un vaso generoso de vino oloroso y deja que reduzca un tercio, concentrando aromas. Incorpora caldo de ave o vegetal hasta cubrir apenas la cebolla y los higos, y deja cocer suavemente unos diez minutos. Si deseas una textura más densa, tritura parte de los higos junto con caldo, mezclando para obtener un cuerpo aterciopelado. Ajusta de sal y pimienta.
Horneado final y glaseado
Coloca las piezas de pollo en la fuente y vierte parte de la salsa sobre ellas, sin cubrir completamente la piel para que conserve el dorado. Hornea a 180 °C durante aproximadamente 35–40 minutos, regando ocasionalmente con la salsa caliente para mantener el pollo jugoso. El tiempo varía según el tamaño de las piezas y el horno, pero el objetivo es que el interior alcance 75 °C y la piel quede crujiente. En los últimos cinco minutos, sube la temperatura a 200 °C o activa el grill para lograr un ligero gratinado.
Presentación y acompañamientos
Sirve el pollo caliente, acompañado de un poco de salsa con higos alrededor. Una guarnición ideal son patatas asadas con piel y romero, cuyo crujiente contrasta con la suavidad del ave. También puede acompañarse de verduras glaseadas —zanahorias baby, cebollitas francesas o coles de Bruselas— que se cocinan junto al pollo en los últimos minutos para impregnarse de la salsa. Una ensalada templada de espinacas con vinagreta suave de mostaza antigua aporta frescor y ligereza.
Variaciones y toques creativos
Para un perfil más especiado, añade una pizca de pimentón ahumado al macerado o un trozo de guindilla al glaseado. Si prefieres un extra de dulzor, incorpora unas cucharadas de miel o sirope de arce junto al vino. Los higos pueden reemplazarse parcial o totalmente por ciruelas pasas para variar la intensidad. En lugar de vino oloroso, el jerez seco o un oporto añejo cambian el carácter de la salsa. Para una versión más ligera, utiliza yogur griego espeso mezclado con puré de higo justo antes de servir, evitando hornearlo para conservar su frescura.
Maridaje recomendado
Con un plato de estas características, un vaso de vino oloroso de la misma gama o un jerez amontillado realzan las notas dulces y a nuez de la salsa. Si prefieres tinto, elige un crianza de Rioja con cuerpo medio y taninos suaves, que equilibra la untuosidad del pollo. Como opción sin alcohol, un té helado de piel de naranja y tomillo recupera los aromas cítricos y herbales del plato.
El pollo al horno con salsa de higos secos y vino oloroso es un claro ejemplo de cómo combinar ingredientes sencillos con técnicas clásicas para obtener un resultado sorprendente y sofisticado. Permite anticipar la profundidad de sabores desde el macerado hasta el glaseado final, respetando la textura jugosa del pollo y aprovechando la versatilidad de los higos y el jerez. Perfecto para cenas en las que quieras impresionar sin complicarte, este plato celebra la tradición mediterránea y la pone al servicio de un menú contemporáneo. ¡Anímate a probarlo y disfrutarás de un festival de aromas y contrastes en cada bocado!