El pan de muerto es uno de los elementos más emblemáticos de la celebración del Día de Muertos en México. Su forma simbólica, su textura suave y su sabor ligeramente cítrico lo han convertido en un clásico que cada año se espera con ansias durante los últimos días de octubre y los primeros de noviembre. En esta versión renovada y generosa, el pan de muerto tradicional se convierte en una delicia aún más irresistible al incorporar un relleno cremoso de avellanas y cacao, que se funde con la miga del pan y transforma la experiencia de cada bocado en algo profundo, reconfortante y decididamente especial.
Ingredientes (para 2 panes grandes o 4 medianos):
Para la masa:
- 500 g de harina de trigo de fuerza
- 90 g de azúcar
- 7 g de levadura seca activa
- 3 huevos a temperatura ambiente
- 80 ml de leche tibia
- 100 g de mantequilla a temperatura ambiente
- 1 cucharada de ralladura de naranja
- 1 cucharada de agua de azahar
- 1 pizca de sal
Para el relleno:
- 200 g de crema de avellanas con cacao (tipo Nutella o casera)
- 50 g de avellanas tostadas y picadas (opcional)
Para decorar:
- 50 g de mantequilla derretida
- 100 g de azúcar
- Ralladura de naranja (opcional)
Preparación de la masa:
En un recipiente grande, mezclar la levadura con la leche tibia y una cucharada del azúcar. Dejar reposar durante 10 minutos hasta que la mezcla esté espumosa, lo cual indica que la levadura está activa.
En un bol amplio o en el tazón de la batidora con gancho para amasar, colocar la harina, el resto del azúcar, la pizca de sal, la ralladura de naranja, el agua de azahar y los huevos. Agregar la mezcla de levadura y comenzar a amasar, ya sea a mano o con batidora.
Cuando todos los ingredientes estén integrados y se forme una masa pegajosa, comenzar a añadir la mantequilla poco a poco. Es importante que esté blanda pero no derretida. Continuar amasando durante unos 15 a 20 minutos, hasta que la masa sea elástica, brillante y ligeramente pegajosa. Si está muy seca, añadir una cucharada más de leche. Si está excesivamente húmeda, espolvorear con un poco de harina.
Formar una bola con la masa, colocar en un recipiente ligeramente engrasado, cubrir con un paño y dejar reposar en un lugar tibio durante 1 hora y media o hasta que duplique su volumen.
Formado del pan y relleno:
Una vez que la masa ha levado, desgasificarla suavemente con las manos. Dividir la masa en porciones según el tamaño deseado. Para panes grandes, dividir en dos; para panes medianos, dividir en cuatro partes iguales.
Separar una pequeña porción de cada pieza para formar los “huesitos” decorativos. Con el resto de cada porción, formar una bola y con las manos crear un hueco en el centro para rellenar.
Colocar una cucharada generosa de crema de avellanas en el centro de la masa y, si se desea, un poco de avellanas picadas. Cerrar el pan envolviendo el relleno y sellando bien la base para que no se salga durante el horneado. Colocar en una bandeja con papel encerado.
Con las porciones reservadas de masa, formar los típicos “huesos”: hacer tres tiras por pan, rodándolas con las palmas de las manos para formar cilindros alargados. Colocar dos en forma de cruz sobre cada pan y una bolita al centro, que representa el cráneo.
Cubrir los panes con un paño y dejar levar por segunda vez durante 45 minutos. Precalentar el horno a 180 °C.
Horneado:
Hornear los panes durante 25 a 30 minutos si son medianos, o hasta 35–40 minutos si son grandes. El pan debe dorarse ligeramente en la superficie y sonar hueco al golpear suavemente la base.
Retirar del horno y, aún calientes, pincelar con la mantequilla derretida. Inmediatamente espolvorear con azúcar para que se adhiera bien. Si se desea, mezclar el azúcar con un poco de ralladura de naranja para acentuar el aroma cítrico.
Presentación y consumo:
Dejar enfriar los panes por completo antes de cortarlos para que el relleno se mantenga dentro y la textura sea más estable. Al partirlos, se revela el corazón cremoso de crema de avellanas y cacao, que contrasta con la miga esponjosa y ligeramente dulce del pan. El crujir de las avellanas tostadas (si se añadieron) aporta un matiz extra de sabor y textura.
Servir acompañado de una taza de chocolate caliente, café recién hecho o incluso un té de especias. También puede disfrutarse solo, a temperatura ambiente, o ligeramente recalentado para que el relleno se vuelva más suave y fundente.
Variaciones:
- Para una versión aún más intensa, mezclar la crema de avellanas con un poco de cacao en polvo sin azúcar o trozos de chocolate negro.
- Si no se tiene crema de avellanas industrial, se puede preparar una versión casera triturando avellanas tostadas con azúcar glas, un poco de aceite vegetal neutro y cacao en polvo.
- Se puede sustituir la ralladura de naranja por ralladura de mandarina o de limón para un aroma diferente.
- Para un relleno menos dulce, se puede utilizar queso crema con cacao y un toque de miel.
Conservación:
El pan de muerto relleno se conserva a temperatura ambiente por 2 días si está bien cubierto. Si la temperatura es alta o se desea conservarlo por más tiempo, lo ideal es guardarlo en el refrigerador, en un recipiente hermético, hasta por 5 días. Para recalentarlo, se recomienda usar horno o air fryer para que recupere textura por fuera sin secarse por dentro.
Recomendaciones adicionales:
Este pan puede prepararse con antelación y congelarse antes del segundo levado. Basta con formarlos, rellenarlos y congelarlos en bandejas. Una vez congelados, se pueden guardar en bolsas selladas. Al momento de usarlos, basta con descongelarlos a temperatura ambiente, dejar levar y hornear como indica la receta.
También se puede usar esta misma receta base para crear mini panes individuales tipo bollos, perfectos para porciones personales o para llevar a reuniones y celebraciones. Cada uno puede llevar diferentes rellenos: chocolate, dulce de leche, crema de almendra o incluso mermeladas.
Reflexión final:
El pan de muerto relleno de crema de avellanas y cacao es un homenaje a la tradición mexicana con un toque moderno y goloso. La suavidad de la miga, la calidez de la ralladura cítrica, el crujiente decorativo de azúcar, y ese corazón cremoso de cacao y avellana lo convierten en un postre que seduce tanto por su sabor como por su simbolismo. Prepararlo en casa es una forma de celebrar la vida y el recuerdo con creatividad, cariño y un poco de chocolate fundido.